“PALINURO DE MÉXICO” DE FERNANDO DEL PASO
La navaja de la posteridad sabrá
cantarla. La baraja gastada de su posteridad será una estrella. Una estrella de
mar o de domingo, una naranja azul como la tierra eterna. Lo romántico de estos
filos no acabarán sus pétalos. Más que diosa, metamorfosis de un destino. Un
destino que es un estilo y una rosa seca. Entre las páginas de este libro
renacerá el otoño del comienzo. No sus oros aunque tal vez los relojes. No
tanto los relojes como la sangre del tiempo. Lo que quiero narrar es la
hendidura de una moneda ciega. Lo que quiero añadir es lo imposible: una bandera sin patria ni oprobioso partido
pero jamás neutral. Como si detrás de Salvador Dalí la risa muerta de Marcel
Duchamp fuera también la vida y su ajedrez de labios. Todo cabe en este adiós
desnudo donde no sobra nada sino todo. Qué andén y hacia qué tren nos
despidieron las cerraduras rotas de estas llaves intactas. Un himno virgen de
dentaduras postizas es el sombrero o lágrima de este espejo sin rostro. Las
manos como manos que no sólo son manos sino siempre cadenas que te ataran al
mundo de una caricia en llamas. Del Paso o Palinuro o José Trigo, con sus idas
y vueltas, con sus más y sus menos, encontrarán el rumbo de estos pasos
perdidos, sin mí pero conmigo, o a pesar de esta prosa, para llegar al centro
del que partieron tanto, no punto de partida ni palabras al viento, sino viento
de partes y piedra en el camino, pedrada o testimonio de una niñez invicta como
un vaso vacío. Fundar el brindis, la comunión, la espalda, pero de sol a sol,
con la literatura como único premio.
constantino mpolás andreadis
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