martes, 19 de junio de 2012

NOTAS - "LAS AVENTURA DE UN CADÁVER" DE ROBERT LOUIS STEVENSON



“LAS AVENTURAS DE UN CADÁVER” DE ROBERT LOUIS STEVENSON
            Esta novela es una joya. No al chivo emisario, sí a la Fiesta del chivo. Saludemos al inglés en castellano. A Stevenson, y a Vargas Llosa.
            Música, maestros.
            No estoy hablando de lo que estoy hablando sino de “Las aventuras de un cadáver”. Atención pido al silencio, pero el voto a la abstención.  ¡Y ahora resulta que el siglo pasado ya no es el XIX! Una monedita, por amor de Dios.
            ¿Cuál es la diferencia entre la libertad sexual y la libertad textual?
            Animémonos y vayan que ahora vuelvo.
            ¿Vieron?, aquí estoy.
            Si Borges es  arbitrario cuando niega o desdeña, es exacto, es justo, es Flaubert, es Cerdeña, cuando señala o rima, cuando enumera o numera, cuando se murió y nos sobrevive.
            Borges agradece que haya Stevenson. Nosotros agradezcamos que haya Borges y Stevenson.
            Desde un tiempo a esta parte, para mandarme la parte me hago el indio. Nosotros decíamos el oso, pero resulta que el chileno Nicanor Parra dice el indio. No hay nada más original ni más descansado que copiar a crédito pero al contado. El plagio es otra cosa. Plagiar, como hacer el amor, es cosa seria. Ahora voy a tener que rezar como mil doscientos padrenuestros. En realidad lo que tendría que hacer es declamar a Lorca en andaluz. O reconocer que la poesía de Perlongher vale la pena. O, en fin, declarar a los cuatro vientos que el Nobel de literatura me queda grande. ¿Ven, por haber estado a punto de decir esa palabra grosera (¡y tan cálida!)? Tengan cuidado, chicos. Miren que las chicas de hoy son peores que los profesores. En todos los sentidos. ¡En todos los sentidos! Tanto así como asá. Desde las sectas hasta las zetas, desde las logias hasta los talleres literarios. Pero qué sé yo lo que estoy diciendo. Les prometo que la próxima vez voy a ser otro. Claro que ustedes no se van a dar cuenta. Pero quédense tranquilos: yo tampoco.
            Antes de despedirme, ya me fui con Stevenson y con Chesterton. Ven, ése que ven no soy yo, yo soy aquél, el que está más allá, ése, el que anda con un libro en la mano, como si estuviera leyendo, y lo que estoy leyendo, bueno, cualquiera acierta, son los cuentos de Tennessee Williams: “Ocho mujeres poseídas”. Ni una más, ni una menos. Si no fuera porque de estos cuentos ya les hablé, les recomendaría las aventuras de Capote: “Plegarias atendidas”.
            ¡Adelante con los faroles!
Lo primero, empezar de nuevo. Lo segundo, que es también lo primero, no empezar por aquí. Con esto quiero decir, sencillamente, aunque gongorrítmicamente, the end, o sea, fin.

 constantino mpolás andreadis

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