ERNEST
HEMINGWAY
La palabra medida, justa y ajustada. Un
bárbaro (un aventurero) en los delicados salones de la literatura de salón. Un
tahúr, que rompe las reglas, y que finalmente se conquista a la muchacha, que
grita y patalea y lo insulta y lo besa y lo escupe y lo araña y lo adora y lo
odia con cólera y cariño.
Hemingway: para nadie más adecuado el
calificativo de maestro. Si bien él no hubiera sido sin el cine (y, por
supuesto, sin Jack London), buena parte de la literatura de este siglo no
hubiera sido como es sin él. Él, que seguramente hubiera sido de todos modos.
Lo central (si ustedes quieren: lo marginal) viene con uno como el color de los
ojos o la forma de la nariz.
El antiliterato por excelencia es el más literato de los escritores
modernos.
Aunque todo lo que escribió lleva su sello,
los diálogos y los cuentos son su cima.
Sus cuentos suman poco más de cincuenta.
Monótonos y exactos como un reloj, saben también fallar a tiempo. La primera
palabra que me viene a la boca es rigor. Uno de sus cuentos más nombrados,
quizás el más famoso de todos, es ese modelo de modelos: "Los
asesinos". Claro, siempre que no contemos entre sus cuentos a "El
viejo y el mar".
Como Kafka, como Joyce, como Proust, como
Beckett, como Borges, como Faulkner, como pocos y tantos más, los cuentos de
Hemingway son una experiencia necesaria. Sobre todo (sobre todo) para quien
aspire a escritor.
constantino mpolás andreadis
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