sábado, 9 de octubre de 2010

NOTAS - MARIO VARGAS LLOSA - "¿QUIÉN MATÓ A PALOMINO MOLERO?" I


MARIO VARGAS LLOSA - "¿QUIÉN MATÓ A PALOMINO MOLERO?" I

Aunque me tapen la boca con los codos, voy a hablar hasta por los oídos de esta novela de Vargas Llosa que estoy leyendo.
Mi crítica es una crítica de salón de fondo. Cuidado, mucho cuidado con el aire libre. Mis críticas agradecidas por el disimulo. No hay nada como mirar para otro lado para ver de frente.
Recién ando por el capítulo II y ya me animo a pensar en Puig. Cualquiera puede hablar de una novela después de leerla. Yo sé que es más difícil profetizar el pasado que el futuro. Pero estas cosas no tienen nada que ver con esas cosas: la novela, como dije, es de Vargas Llosa, y se llama "¿Quién mató a Palomino Molero?".
Aquí hago un alto para seguir leyendo. Un intervalo para el cigarrillo. A las mujeres no hay que preguntarles nada porque contestan todo. Yo daría todo el oro del mundo para que los otros tengan razón.
Lo bueno de estas crónicas es que son artículos. Lo pasable de estos artículos es que son articulitos. Lo imperdonable de estos articulitos es que los siga escribiendo.
Si digo lo que digo es porque no tengo nada que decir. Más que una cuestión de estilo es una cuestión de estado. Mi estado, más que grávido, es grave. No soy menos normal que un loco de remate.
La prosa de Vargas Llosa en el Palomino es de tono menor, entre el sainete y la telenovela. Una prosa efímera y eficaz de radioteatro. Una prosa, en fin, ajustada al asunto.
Una novela policial escrita por un peruano y que sucede en el Perú.
Si supieran cómo les miento se darían cuenta que soy tan pobre que no tengo otra cosa para ofrecerles que la verdad.
Lo bueno que tienen estas crónicas es que son breves. Lo malo, lo que no puedo evitar, es que aún siendo breves son demasiado largas.
Por eso es que voy a terminar antes de tiempo y en la página 21 de una novela de 189 páginas ya me siento capaz de recomendárselas con énfasis y de acabar de leerla hasta la última letra con resignación de lector adicto.


constantino mpolás andreadis

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