miércoles, 2 de noviembre de 2011
NOTAS - FELISBERTO HERNÁNDEZ
FELISBERTO HERNANDEZ
Los dos mejores escritores del siglo son argentinos. Uno es el uruguayo Felisberto Hernández y la otra es la argentina Silvina Ocampo. No sé si son los dos mejores escritores del siglo. Ni siquiera sé si son argentinos. Pero vale la pena discutir por estas miserias? Lo cierto es que los dos mejores escritores del siglo son argentinos. Y también es cierto que sus nombres son Felisberto Hernández y Silvina Ocampo.
Felisberto Hernández es un hombre que toca el piano y escribe. Silvina Ocampo es una mujer que saca a pasear al perro y escribe.
Felisberto Hernández escribe como toca el piano. Silvina Ocampo escribe como si sacara a pasear al perro.
No sé si Felisberto Hernández tocaba el piano como Silvina Ocampo paseaba al perro. La verdad es que nunca vi a Felisberto Hernández tocar el piano y la visión que tengo de Silvina Ocampo paseando al perro no es suficiente para compararlos. Supongamos, vamos a suponer, que Silvina Ocampo paseaba al perro como si tocara el piano y Felisberto Hernández tocaba el piano como si paseara al perro.
De cualquier modo, y como un cuadro que no es una ventana no se pone amarillo como las fotografías y los tranvías, ellos escribieron como dos chicos que se hacen la rabona y cuando se arrepienten es tarde pero son felices y eso tampoco basta para que no sufran como personas grandes que han cambiado el futuro por las figuritas de los recuerdos.
Sus cuentos son la "figurita difícil" que nos falta para completar el álbum y que si la consiguiéramos nos sobraría como si nos faltara dos veces y lo que nos sobrara fuera el álbum.
Puede ser que a estos cuentos les falte fondo. En realidad, el fondo de estos cuentos es tan transparente que lo que vemos del fondo es un guante que en realidad es una mano a la que le falta el guante.
Si Felisberto Hernández es un pianista que escribe entre un concierto y otro, Silvina Ocampo es una pianista que como no sabe tocar el piano no le queda más remedio que escribir mientras otros tocan por ella.
Finalmente lo que a Felisberto Hernández lo salvan son unas pocas páginas admirables y por supuesto imperfectas.
constantino mpolás andreadis
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