martes, 12 de julio de 2011

NOTAS - JOAQUÍN GIANNUZZI

JOAQUÍN GIANNUZZI
Es hora, y esa hora es ahora, menos que un instante, pero más que un siglo, de que les hable, y me calle, de Joaquín Giannuzzi, un poeta secreto.
Afirma como si interrogara, ensimismado en su guitarra sin cuerdas. No Macedonio ni Roberto Arlt: Montale, Montaigne. Estas crónicas, estas serpentinas, no son retratos sino charcos de agua. Si su cisne es la lluvia, la mitad de esa lluvia es Buenos Aires, señora entera, naranja nocturna. Entre un espejo sucio y un mate lavado, esta poesía nos mira con los ojos cerrados y la pasión abierta. Sensual en la metafísica, mental en lo corporal de sus conceptos, su límite es la araña pero su centro es el mundo. Mundo interior por anterior, por barrilete y suma de hojas secas.
Pero cuidado, no hay verdad más exacta que estas verdades íntimas, raíces o esqueletos, labios pintados con mariposas y fotografías, con humedades y rostros como guantes gastados, como tranvías, como colectivos, como andenes vacíos, como baldosas flojas.
Claro que el tango, por supuesto. Pero tampoco el salto, cuándo no. Sino el crepúsculo, la sonrisa de la Gioconda del crepúsculo, entre la rueda de bicicleta y el ajedrez.
Sus versos no son perfectos, aunque ni siquiera perpetuos. Si ustedes quieren, casi prosa profana, tuñón ambiguo. Clásico en la mirada, romántico en lo clásico, Joaquín Giannuzzi es también un mendigo: un premio Nobel para este pobre ciego.
Su desborde es su borde, pero si el ditirambo es mío, permítanme que mire para otro lado, no me pregunten más, que así es la rosa y el diluvio, y el buzón de la esquina, y la vereda de enfrente.
Si exagero es porque vive Dios, pero si miento es porque Dios no miente.
Después de todo, qué le vamos a hacer. Si no nombré a Pavese es porque está en sus versos. En estos versos medidos, desmedidos, lo brillante es lo opaco, y sin contradicción, un ramo de regresos, una novia sin pétalos.
Yo apunto hacia lo deshojado de esta mano sedienta, de este río de cinco dedos y ninguna flor sino sólo una rosa.
La poesía de Joaquín Giannuzzi no nos llama, la poesía de Joaquín Giannuzzi es una llama de agua y un espejo roto no como un puente ni como una máquina de coser ni como una copa ni como una espada.
Esta poesía es una puerta, pero esta poesía lo que no es es la ventana que es ni el otro lado ni ningún otro lado sino esa ninguna parte que está aquí.

constantino mpolás andreadis

1 comentario:

  1. Constantino, hermano en la tragedia de existir y en la aventura poetica, GRACIAS por esta reflexion poetica sobre el maestro. Con la falta que hace reivindicar a los maestros en medio del erial de la poesia argentina de hoy. Donde uno no sabe -y la comparacion es mas flagrante aun leyendo a Giannuzzi, a Molinari; a Alejandra o a Julio-, si hay menos ideas aun que sentido de la poesia. Y menos que nada, lecturas. Y es muy justo esto que decis aqui: cada uno tiene su Olimpo personal, sus queridos Nobel para uso privado. Uno de los mios es una narradora y poeta eximia -Karen Blixen-, que de hecho fue tecnicamente Nobel en el año 1959 y fue despojada. De lo que ni ella ni Giannuzzi (ni una cantidad considerable de escritores que quedan lejos, infinitamente lejos, de los flashes, de los desfiles de modas y baja costura de Ñ y ADN) pueden ser despojados es del legado que nos han dejado. Yo guardo una antologia de Giannuzzi en esa coleccion de cuadernillos de color verde y titulos en amarillo, d euna editorial que ahora no recuerdo, y es un tesoro. Y eso no hay quien te lo robe, ni siquiera en esta Buenos Aires donde a uno le afanan hasta las ganas de vivir. Y yo, que no soy precisamenete un entusiaste de esta ciudad, puedo apreciar y disfruto, los viejos patios de malvones, las calles olvidadas, el lado ciego de las paredes por donde nunca va a pasar una sola mirada.

    Un gran abrazo fraterno.

    Alejandro

    PS

    Paso este dialogo a las listas

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