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era una estatua tan bella que parecía imposible que se
moviera tanto sin mojarse
tan bella como el mar y la luna
un albatros se posaba en ella no como el pájaro que era
sino como una piedra que si no era un ala era porque
tampoco era una ola sino más bien el albatros que
tampoco era
los turistas la asediaban como si fueran tan japoneses
como entonces eran
pero ella permanecía imperturbable como un albatros o
una ola
cuando se enamoró
porque hasta las estatuas se enamoran
los turistas y los artistas empezaron a desconfiar de sus
anteojos y de sus cámaras como del guía que los guiaba
como si fuera negro o blanco o amarillo o maricón o ruso
como ven el amor no tiene nada que ver con estas cosas pero
cuando las estatuas se enamoran ah ustedes no se imaginan
lo que puede el amor de las estatuas
constantino mpolás andreadis
viernes, 19 de noviembre de 2010
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