sábado, 5 de junio de 2010

NOTAS - “LAS MAQUINARIAS DE LA NOCHE” DE ABELARDO CASTILLO


“LAS MAQUINARIAS DE LA NOCHE” DE ABELARDO CASTILLO

No quiero seguir leyendo. Con “Carpe diem” basta y sobra. “Carpe diem” es el primer cuento de “Las maquinarias de la noche”. Es imposible que “Carpe diem” no sea el primer cuento de Abelardo Castillo.
Y ni siquiera el primer cuento: con las seis primeras páginas de ese primer cuento me conformo.
Para qué más: pedir más es pedirle peras al olmo. Pero claro, la poesía es eso. Por supuesto, es mucho, es infinitamente más que todo eso. Y, sin embargo, es eso, nada más que eso: la yapa.
Casi digo, y entonces lo repito, grappa en lugar de yapa, yeta en lugar de jeta, cara, coro, o cola de la papa, del querosén, del barrilete o rata, rito, mito, crisol de razas, hito. Antes de los coreanos y de los chinos, antes pero después de los aerolitos, para nosotros un japonés era un hiroito, tuñón era un gran poeta, y césar, el hijo de baldomero, un poeta que se murió más tarde y que para enterrarlo hay que leer.
No quiero que me disculpen, quisiera que me dejaran seguir leyendo lo que para recomendarlo de antemano tengo la obligación de terminar.
Un deber es un haber que es una deuda. Tengo tantas respuestas que no pido nada. Como un mendigo, pido respuestas. Pedir es poseer, tener es repartir, repartir es pensar, soñar es compartir, compartir es amar, hablar, odiar, jugar, buscar, perder, hallar, callar, volver, partir, inventar, recuperar, y olvidar.
Si su Faulkner es Borges, estas páginas me empujan a sus novelas: “El que tiene sed” y “Crónica de un iniciado”. Me prometo leerlas, no puedo prometerles mis aburridos comentarios.
Para que lo sepan, Abelardo Castillo me ganó una sola partida de ajedrez. A los envidiosos, a los que prefieren recordar que no jugamos otras, les informo que no les guardo rencor. Por otra parte, que Abelardo Castillo me haya ganado al ajedrez no quiere decir nada. Por ejemplo, ni siquiera quiere decir que no pueda hasta darse el lujo de escribir una notita sobre Vargas Llosa que da risa y pena.
Resumiendo: cuando acabe de leer este libro, “Las maquinarias de la noche”, voy a ponerme a escribir su comentario, que es éste que íntegramente les anticipo.

constantino mpolás andreadis

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