automóviles y automóviles:
no se podía cruzar por ningún lado:
los semáforos funcionaban
tan perfectamente como podían:
pero cómo cruzar
entre tantos coches:
se acordó fugazmente de un cuento
de cortázar:
extrañamente
también recordó un juicio de mujica
lainez sobre ese cuento:
la segunda o la tercera vez que lo
leyó no le gustó tanto casi
sonriendo se prometió releerlo:
entonces se acordó
aunque más fugazmente
de un poema de cesare pavese
el primer poema
de lavorare stanca:
daba un paso más allá de la acera
léase vereda
e inmediatamente retrocedía:
aún detenidos
los coches pasaban a tanta velocidad
que era imposible:
parados
los coches parecían correr
y cuando volvían a ponerse en
movimiento
era como si estuvieran parados:
los semáforos iban del rojo al verde
al amarillo
y otra vez al rojo
y otra vez al verde:
era como si se burlaran de uno:
bueno
no podía quedarse ahí para siempre:
cuando finalmente cruzó
era como si se hubiera quedado en
la vereda de enfrente:
cuando llegó por fin a la vereda de
enfrente
fue como si se hubiera quedado en
la vereda de enfrente:
curiosamente
comprendió muchas cosas:
como la relatividad
el punto de vista
la debilidad de los hombres
la soberanía de los objetos “útiles”
la fragilidad de “la palabra exacta”
15-5-2009
constantino mpolás andreadis
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