jueves, 20 de febrero de 2025

POEMAS IV - 51

 

automóviles y automóviles:

no se podía cruzar por ningún lado:

los semáforos funcionaban

tan perfectamente como podían:

pero cómo cruzar

entre tantos coches:

se acordó fugazmente de un cuento

    de cortázar:

extrañamente 

también recordó un juicio de mujica 

    lainez sobre ese cuento:

la segunda o la tercera vez que lo 

    leyó no le gustó tanto casi

    sonriendo se prometió releerlo:

entonces se acordó 

aunque más fugazmente 

de un poema de cesare pavese

el primer poema

de lavorare stanca:

daba un paso más allá de la acera

léase vereda

e inmediatamente retrocedía:

aún detenidos

los coches pasaban a tanta velocidad 

que era imposible:

parados

los coches parecían correr

y cuando volvían a ponerse en 

    movimiento 

era como si estuvieran parados:

los semáforos iban del rojo al verde 

al amarillo 

y otra vez al rojo 

y otra vez al verde:

era como si se burlaran de uno:

bueno

no podía quedarse ahí para siempre:

cuando finalmente cruzó 

era como si se hubiera quedado en 

    la vereda de enfrente:

cuando llegó por fin a la vereda de 

    enfrente

fue como si se hubiera quedado en 

    la vereda de enfrente:

curiosamente 

comprendió muchas cosas:

como la relatividad

el punto de vista 

la debilidad de los hombres

la soberanía de los objetos “útiles”

la fragilidad de “la palabra exacta”


15-5-2009


constantino mpolás andreadis 

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