martes, 24 de enero de 2017
POEMAS DE UN DÍA COMO TANTOS - 55- SILVINA OCAMPO
SILVINA OCAMPO
Alcanza la perfección cuando paseaba al perro. Con anteojos ocuros, como sale en las fotos. Ni más ni menos como Felisberto Hernández toca el piano. O como ese otro, tan Felisberto como mendocino y atildado: autor de "Zama", Di Benedetto. Me acuerdo de él, en la Feria del Libro, solo y con una corta barba blanca, con su pila de libros, como un topo, delgado y tímido.
Silvina es única, con perro o sin perro. No me la puedo imaginar sin anteojos, labios brutales, agresivos, como un ramo de novia en el fondo de un armario, entre cajas de zapatos, y zapatos.
En sus mejores cuentos, y son tantos, Silvina ea una muñeca que escribe, una muñeca que abre y cierra los ojos, dice mamá, y escribe. Bueno, Silvina era así. Cómo no va a ser natural que lo siga siendo. Porque después de todo, y entre tantas cosas, y cajas de zapatos, y ramos de novia, y muñecas que abren y cierran los ojos, la traviesa de Silvina es inmortal. Por lo menos, desde un tiempo a esta parte. Y más exactamente, desde que se murió.
En "Viaje olvidado" es un alud de vísperas. Parece mentira, dice el lector. Pero en "Las invitadas" ya es monstruosa: ¿se acuerdan del caballo en "El padrino"?, ahora cierren los ojos e imaginen (pasen y vean) una araña del tamaño del caballo, pero vivita y coleando! Claro que con Silvina lo que hay que imaginar es una torta de bodas (en sus cuentos hasta los novios son de chocolate) y el pedazo que precisamente le toca a uno es una araña negra como el caballo de "El padrino".
Si no fuera por Felisberto Hernández, Silvina Ocampo no sólo no sería uruguaya como tampoco mendocina sino tan uruguaya y porteña como Alejandra que escribía en francés.
De todos los escritores argentinos, yo me quedo con esta nena octogenaria que si se sigue haciendo la rabona es porque Dios existe como que hay un Diablo y lo que ella quiere es que la dejen escribir tranquila tanto en la tierra como en el cielo.
2003
constantino mpolás andreadis
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