la lectura se orienta
hasta encerrarse en un preludio que también es un fruto y esa copa que está
sobre el mantel y que libera a la mesa de las cosas que la rodean hasta hacerla
invisible que la consagran hacia un hoy profanado por los reflejos de un futuro
que la aviva y la contiene y la colma y la vacía de la lectura que a sí misma
se condena a mero espejo de tanta
realidad que en ella se devora hasta alcanzarse en esos ojos que ven todo y no
ven nada pero que avanzan conquistando territorios que van dejando atrás que
van perdiendo tras cada victoria para descubrirlos y fundarlos desde esa sed
que ilumina al ya saciado en ese punto final que es un comienzo una hendidura
un destello inocente
constantino mpolás andreadis
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